La tozuda realidad
de la lucha de clases
En los medios informativos, que tan exhaustiva y prolijamente nos tienen al corriente de,
por ejemplo, todas las novedades de la Liga de Futbol y otros deportes, inútilmente se
buscaría siquiera mención a conceptos como: «lucha de clases», «conciencia de clase»,
«sociedad clasista», «estructura de clases», «relaciones de clases»... Las clases dominantes
y sus lacayos del aparato ideológico del sistema saben muy bien cuan importantes son
esos elementos en la explicación de la historia humana y de las sociedades. Y se trata,
precisamente, de que las clases dominadas no tengan ni idea de esa realidad. Decía un
antiguo proverbio indio: «Si dos reinos esn en guerra, y uno de ellos no lo sabe, el otro
lleva todas las de ganar».
Por eso, para las clases dominantes es importantísimo que los explotados y oprimidos no
sepan que la lucha de clases es el motor de la historia; que toda la historia de la
humanidad es el desarrollo de lucha de clases entre los explotadores y los explotados; que
los humanos se posicionan políticamente según sus intereses de clase; que tanto el sistema
de producción como las esferas cultural, jurídica, política e ideológica de toda sociedad
son montajes de las correspondientes clases dominantes para conservar su papel dirigente
a favor de sus intereses de clase; que la tecnología y el carácter de las relaciones de clase
constituyen la estructura básica del proceso histórico... Para los bien instalados en este
sistema es de suma importancia combatir a las fuerzas políticas de Izquierda que intentan
aplicar ese conocimiento para cambiar el mundo de base, darle vuelta al sistema y
construir una sociedad justa, sin clases, sin explotación entre los hombres. Por eso, los
beneficiarios del sistema capitalista quieren destruir las raíces ideológicas de las
reivindicaciones sociales. Los sirvientes intelectuales del capitalismo intentan reescribir la
historia de tal manera que en ella no se vea el gran papel que en realidad tiene la lucha de
clases. Pero he aquí que la lucha de clases, de la que no quieren ni oír hablar esos señores,
tozuda y obstinadamente se presenta una y otra vez en los acontecimientos que ocurren en
el mundo. Las sanciones económicas contra gobiernos como el de Cuba y Venezuela, el
apoyo de las potencias imperialistas a gobernantes corruptos como el brasileño Jair
Bolsonaro y a las fuerzas que conspiraron contra el dirigente boliviano Evo Morales, la
marginación del continente africano del mercado mundial...
En concreto, en nuestro país, la movilización que últimamente está teniendo lugar (en
automóvil) contra un proyecto de ley del Gobierno de Izquierda en materia educativa, está
siendo realizada por miembros de una clase social que sí saben lo que es la Lucha de
Clases y el lugar que ellos ocupan en ella. Para esa gente que pone tanto énfasis en la
democracia y la libertad para la enseñanza, lo democrático es lo que contribuye a
mantener el sistema burgués de la desigualdad y de los privilegios en su favor. Alguien
tiene que decir claramente que en la escala de valores deben figurar en primer lugar los
intereses de los explotados y los parias de la Tierra, la defensa y liberación de los
esclavos, hambrientos y marginados, por encima de las alternativas políticas y sus
aspectos formales. Y ello sin dejar de estimar las conquistas democráticas de los pueblos y
la profundización en el progreso de los derechos democráticos hasta la plena victoria de la
Igualdad, que será también la plena victoria de la Democracia, de la Libertad.
Además de los medios de formación e información, y del sistema judicial (acerca del cual
hay también actualmente una batalla política que en realidad también es lucha de clases),
hay otro elemento del aparato ideológico del sistema al cual debemos prestar mucha
atención. Me refiero a la religión, en el caso concreto de nuestro país la Iglesia Católica
Romana. En teoría, se trata de una institución cuyo objetivo es la difusión del mensaje de
Jesús de Nazaret. El cleo de la enseñanza de ese Maestro es la paternidad de Dios sobre
toda la humanidad, lo cual es una Buena Noticia, y la proclamación del Reino de los
Cielos, que es un proyecto a realizar. La paternidad de Dios sobre toda la humanidad nos
hace a todos iguales; el Reino de Dios y su justicia es incompatible con el sistema burgués
y las injusticias y desigualdades que este genera.
Si la misión de la Iglesia es promover la realización del ideal que Jesús anunciaba, hay
que decir claramente que la Iglesia estuvo traicionando durante muchos siglos el Espiritu
de la enseñanza del Maestro, y lo sigue haciendo. Durante la larga época preindustrial, la
Iglesia apoyó y bendijo el sistema feudal de posesión de la tierra que sometía a los siervos
de la gleba a la autoridad de los grades terratenientes (entre los que se encontraban los
magnates de la propia Iglesia) y que tenían sobre ellos todo tipo de derechos, incluido el
de pernada. Con el ascenso de la clase burguesa, que sustituyó a los señores feudales
como clase dominante, la Iglesia se acomodó a servir a los nuevos dueños del mundo, lo
que implicaba lanzar condenas y excomuniones contra el Comunismo y defender la
propiedad privada como un derecho humano. Jesús rechazó la tentación de Satán de
someterse a él a cambio del dominio terrenal. Pero la Iglesia no rechaza ese tipo de
tentaciones; se la puede comprar, y para servir a sus señores predica la sumisión de los
oprimidos, de los excluidos, de los marginados en relación con el poder económico, y de
las mujeres en relación al dominio patriarcal.
La propia Iglesia ejerce en su organización interna la misma desigualdad que legitima en
la sociedad. Su jerarquía, de un tipo en el que jamás pensó Jesús, ejerce un poder absoluto
sobre el rebaño, al que no puede representar ya que no fue elegida por él, y excluye
totalmente a las mujeres. Sus jerarcas se empeñan en pensar que tienen derecho a decidir
lo que debemos creer, se proclaman intermediarios entre Dios y la humanidad y están
convencidos de que sólo ellos pueden ejercer el culto que se supone constituye esa
relación de las personas con Dios. ¿Cuándo comprenderemos los cristianos que ese
personal que intenta conducirnos a título de «Magisterio Eclesial», en realidad son «ciegos
que guían a otros ciegos»?
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arzobispo de nuestra diócesis aprovecha todas sus intervenciones públicas para defender el
entramado económico-social del sistema capitalista en nuestra sociedad. Últimamente esa
indigna tarea se concreta en atacar las reformas (por lo demás bastante tímidas) que el
actual Gobierno de Izquierda intenta realizar. Y lo hace a título de obispo, es decir,
explotando el prestigio que esa institución aún tiene (increíblemente) entre una parte de la
feligresía eclesial. Debemos decir claramente que utilizar la figura y la memoria de Jesus
de Nazaret para promover la defensa de este sistema injusto constituye un abuso y una
profanación de la enseñanza del Maestro. Esa enseñanza es Liberación, y esta gente
pretende utilizarla para conservar el dominio de clase de los poderosos sobre oprimidos.
Como cristianos debemos declarar que ese tipo de jerarcas no representan a Jesucristo;
debemos liberar a Jesús de ese secuestro al que lo tiene sometido esta gente del Templo.
Faustino Castaño
G
ijón
, 20
de diciembre - 2020