Además de los medios de formación e información, y del sistema judicial (acerca del cual
hay también actualmente una batalla política que en realidad también es lucha de clases),
hay otro elemento del aparato ideológico del sistema al cual debemos prestar mucha
atención. Me refiero a la religión, en el caso concreto de nuestro país la Iglesia Católica
Romana. En teoría, se trata de una institución cuyo objetivo es la difusión del mensaje de
Jesús de Nazaret. El núcleo de la enseñanza de ese Maestro es la paternidad de Dios sobre
toda la humanidad, lo cual es una Buena Noticia, y la proclamación del Reino de los
Cielos, que es un proyecto a realizar. La paternidad de Dios sobre toda la humanidad nos
hace a todos iguales; el Reino de Dios y su justicia es incompatible con el sistema burgués
y las injusticias y desigualdades que este genera.
Si la misión de la Iglesia es promover la realización del ideal que Jesús anunciaba, hay
que decir claramente que la Iglesia estuvo traicionando durante muchos siglos el Espiritu
de la enseñanza del Maestro, y lo sigue haciendo. Durante la larga época preindustrial, la
Iglesia apoyó y bendijo el sistema feudal de posesión de la tierra que sometía a los siervos
de la gleba a la autoridad de los grades terratenientes (entre los que se encontraban los
magnates de la propia Iglesia) y que tenían sobre ellos todo tipo de derechos, incluido el
de pernada. Con el ascenso de la clase burguesa, que sustituyó a los señores feudales
como clase dominante, la Iglesia se acomodó a servir a los nuevos dueños del mundo, lo
que implicaba lanzar condenas y excomuniones contra el Comunismo y defender la
propiedad privada como un derecho humano. Jesús rechazó la tentación de Satán de
someterse a él a cambio del dominio terrenal. Pero la Iglesia no rechaza ese tipo de
tentaciones; se la puede comprar, y para servir a sus señores predica la sumisión de los
oprimidos, de los excluidos, de los marginados en relación con el poder económico, y de
las mujeres en relación al dominio patriarcal.
La propia Iglesia ejerce en su organización interna la misma desigualdad que legitima en
la sociedad. Su jerarquía, de un tipo en el que jamás pensó Jesús, ejerce un poder absoluto
sobre el “rebaño”, al que no puede representar ya que no fue elegida por él, y excluye
totalmente a las mujeres. Sus jerarcas se empeñan en pensar que tienen derecho a decidir
lo que debemos creer, se proclaman intermediarios entre Dios y la humanidad y están
convencidos de que sólo ellos pueden ejercer el culto que se supone constituye esa
relación de las personas con Dios. ¿Cuándo comprenderemos los cristianos que ese
personal que intenta conducirnos a título de «Magisterio Eclesial», en realidad son «ciegos
que guían a otros ciegos»?
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arzobispo de nuestra diócesis aprovecha todas sus intervenciones públicas para defender el
entramado económico-social del sistema capitalista en nuestra sociedad. Últimamente esa
indigna tarea se concreta en atacar las reformas (por lo demás bastante tímidas) que el
actual Gobierno de Izquierda intenta realizar. Y lo hace a título de obispo, es decir,
explotando el prestigio que esa institución aún tiene (increíblemente) entre una parte de la
feligresía eclesial. Debemos decir claramente que utilizar la figura y la memoria de Jesus
de Nazaret para promover la defensa de este sistema injusto constituye un abuso y una
profanación de la enseñanza del Maestro. Esa enseñanza es Liberación, y esta gente
pretende utilizarla para conservar el dominio de clase de los poderosos sobre oprimidos.
Como cristianos debemos declarar que ese tipo de jerarcas no representan a Jesucristo;
debemos liberar a Jesús de ese secuestro al que lo tiene sometido esta gente del Templo.
Faustino Castaño
G
ijón
, 20
de diciembre - 2020